343. Nacionalismo, parte 2 y final

Este artículo está en "Radio Donde Panchito". ¡Escúchalo!


A principios de este mes inicié una pequeña serie de 2 artículos, referente al nacionalismo, y lo absurdo que llega a ser. Tomé como ejemplo los campeonatos de futbol, donde muchos, más que disfrutar de buen futbol, se dedican a insultar a otros tan sólo por ser de otro país, y se sienten superiores al resto tan solo por ser de un país en específico.

La cosa es clara: todos somos iguales, y a mi no me daría orgullo sentirme superior a los demás sólo porque soy de Chile, ni tampoco iría a matar a personas que son exactamente iguales a mi en una guerra sólo porque no son chilenos. No: no me daría orgullo. Me daría vergüenza.

Sin embargo, puedo sentir vergüenza ajena por ciertos comportamientos patrióticos y nacionalistas que veo en los demás. Hasta cierto punto los entiendo, porque les enseñaron a amar su país por sobre todas las cosas. Ojo: quiero dejar bien claro que no odio el país donde vivo. Respeto las leyes y obedezco las autoridades (aun cuando muchos "nacionalistas" no respetan las leyes e insultan a quienes son la autoridad), y tengo respeto por el país donde vivo. Que quede claro eso.

Quiero comentarles hasta qué grado puede llegar a ser ridículo el sentir un amor desproporcionado por el país donde uno, sin elegirlo, nació. Me remitiré a un suceso que sucedió a principios de julio.

El eclipse "chileno"

El pasado 2 de julio acá en Chile se observó un increíble eclipse de sol, un evento natural que, a todas luces, debería invitarnos a reflexionar en lo diminutos que somos ante el gran universo, y en que sin lugar a dudas existe un Creador detrás de estas maravillas. En donde vivo no se vio totalmente. Fue un eclipse parcial. Pero en la región de Coquimbo el eclipse fue total, por lo que, durante unos minutos, el día se transformó en noche. Lo vi por internet en mi trabajo y, sencillamente, lo encontré espectacular. Me imagino cómo debió de ser en vivo y sentirlo en carne propia. Algo totalmente majestuoso.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con que se sienta "un amor desproporcionado por [Chile]", como mencioné hace un rato? Pues, cuando comenzó la cuenta regresiva para el eclipse total, la gente se agolpó por millares en la playa, en los valles, en las calles y en las esquinas, listos para ver el hermoso fenómeno. Pero, ¿saben lo que hicieron cuando el eclipse llegó a su clímax? Vean el siguiente vídeo y bueno... dura un poco más de 6 minutos.



¿Vamos Chile? ¿Viva Chile? ¿Gente con banderas de Chile? Cuando lo vi en vivo ese día, muchos cantaron el himno nacional, en un evento que no tiene absolutamente nada que ver con Chile, como si Chile hubiera traído el eclipse. No tiene ningún sentido atribuirle a un país el evento astronómico. Nacionalismo puro. Y ojo: no soy el único que piensa así. Lean los siguientes comentarios del mismo vídeo:

Algunos de los comentarios del vídeo (clic en la foto para agrandar)

Lo único que se logró fue, aparte de hacer el ridículo, fue quitarle el crédito a Quien realmente se lo merece por darnos estas maravillas de la naturaleza. Sí: Dios, en quien muchos no creen, pero yo sí.

No pretendo hacerlos cambiar de opinión. Cada uno es libre de hacer y pensar lo que estime conveniente. Pero no podía dejar pasar esto sin dar mi opinión al respecto. Y creo que, el día en que la sociedad de cada país deje de ser nacionalista, se acabará el odio, las guerras y la xenofobia. Y eso se los digo tajantemente: así será. ¡Saludos!
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Temporada 14 / Artículo 15
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342. Experiencias de un simple cajero 14


¡Estamos ya en pleno mes de agosto! Increíble: el tiempo pasa volando y me estoy acercando con rapidez a las tres décadas de vida. Y aquí sigo con este blog, en su temporada número 14. Apropósito: tal como les conté en las redes sociales, estoy preparando, luego de varios meses, un vídeo para ustedes. Pronto sabrán de qué se trata. Mientras tanto, veamos algunas nuevas experiencias como cajero, en mis más de nueve años en ese oficio.

Experiencias como cajero en estos casi 8 años son muchas. Y así como varias veces les he contado experiencias bien desagradables con clientes pesados e insolentes, hoy les traigo dos casos donde no necesariamente debo lidiar siempre con gente así. Veamos qué sucedió.

¡Mi hijo se está atorando!

Estaba terminando mi turno de tarde cuando, de pronto, un cliente comenzó a gritar que su hijo se estaba atorando. Junto con otro compañero corrimos a socorrer al niño. Mi compañero comenzó a apretarle el abdomen hasta que salió un trozo de papa frita. Luego de ello le traje agua y lo sentamos. Lo intenté calmar un poco y lo logré. El papá estaba muy desesperado pero cuando pasó todo la vorágine, nos agradeció por ayudarlo prontamente. Nos dio $2000 a cada uno. El niño, aun asustado, nos dio un abrazo a los dos por lo que habíamos hecho.

Jóvenes me dan 1000 pesos por cantar con ellos

Una de las cosas que jamás extrañaré de haber trabajado en un local de comida al borde de una carretera son los turnos de noche: extenuantes, con sueño y cero ganas de trabajar. Pero bueno, ¿qué le iba a hacer? Había que trabajar para tener dinero. Así que ahí estaba: día viernes, tipo 4 de la mañana, recibiendo a un montón de jóvenes que venían del carrete a darse el bajón.

En eso, una de las cocineras me pidió si, por favor, podía llevarle un pedido de comida a una de las mesas donde había un grupo de chicos que, a todas luces, estaban pasados de copas. No quería ir ella por ser mujer, y la entendí: podrían haberla molestado o hasta acosado. Así que tomé el pedido y fui a dejárselos.

En este local trabajé, antes de su remodelación el 2017

Casi al llegar a donde estaban, se ponen a cantar... no me acuerdo de la canción, pero sí recuerdo que me la sabía. Se tomaron todos de los brazos y se movían de un lado a otro cantando, sin vergüenza alguna al ridículo que estaban haciendo. Llegué con el pedido a la mesa, con la intención de dejarlo y devolverme rápidamente, pero no pude. Uno de los chicos me agarró y me metió al grupo, me tomaron de los brazos y cantaban. Yo, dejando el ridículo a un lado, me puse a cantar con ellos. Me quedaron mirando y uno de ellos me dio mil pesos de propina. Aplaudieron y yo volví a mi caja.

Lo que uno tiene que hacer por ganar dinero :P

Pues bien, esas son dos experiencias más de las tantas que he tenido. Si bien es cierto al día de hoy sigo siendo repartidor, no dejo de lado mi oficio de cajero al ir a dejar los pedidos y cobrar por ellos. Sí: aunque pase el tiempo, nunca dejaré de ser un feliz cajero, orgulloso de su trabajo. ¡Hasta un siguiente artículo amigos!
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341. Nacionalismo, parte 1

Nota: Amigos y lectores de mi blog. Ya está habilitada la caja de comentarios de Facebook para que puedas comentar usando tu cuenta de esa red social. Es muy fácil. Lee el artículo y, al final de este, encontrarás la caja para comentar. ¡Los espero!

Brasil campeón (Tomado de Wikipedia)
Hace un tiempo atrás terminó la Copa América, torneo de futbol donde se enfrentan diez países sudamericanos más dos invitados, y en donde todos aspiran a ser los campeones: ser los mejores de América. Años atrás hablé un poquito sobre esta copa, y lo incómodo que resulta cuando tu país gana y quieres seguir con tu vida normalmente, sin poder hacerlo porque todos celebran, no respetando tu derecho a no hacerlo.
Pero, fuera del espectáculo que se ve en estas copas (yo vi varios partidos de la Copa América), hay un sentimiento en común que impregna, no solamente este torneo, sino cualquier competición en general. Con ustedes, el nacionalismo.
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