439. Corazonada

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Hace unos días tuve que irme en micro al trabajo. No acostumbro a hacerlo puesto que, o ando en mi vehículo particular, o utilizo la camioneta de la empresa. Pero, en esta ocasión, mi novia tenía mi auto y no tenía ninguna camioneta de la empresa disponible, así que no tuve más remedio que tomar una micro. Me gusta viajar así: es entretenido y puedo ir viendo el paisaje por la ventana.

Pues, tomé una micro, en un soleado pero helado día. A los pocos minutos la micro se llenó. Una chica se sentó a mi lado y chateaba con su celular. Yo sólo miraba por la ventana. El viaje no iba a ser muy largo: unos 15 minutos desde mi casa hasta el paradero donde me bajaría para continuar mi recorrido a pie.

En eso, la micro se vacía un poco y la chica que estaba sentada a mi lado decidió cambiarse de asiento para ir sola. Claro, eso no duraría mucho, porque dos tipos se subieron a la micro. Son de esos locos que tú los ves y cachas que andan en malos pasos... lo presientes. No soy prejuicioso, pero ya me han asaltado dos veces en mi vida (una de esas veces lo relaté aquí en el blog) y como que esta gente sigue el mismo patrón de vestimenta, comportamiento y su forma de hablar. Uno de ellos se sienta a mi lado, muy nervioso. Y el otro se sienta en el asiento que estaba desocupado al frente, donde se había ido a sentar la chica que estaba a mi lado.

La micro continuó su recorrido. El tipo a mi lado estaba pasado a marihuana y hablaba con su compinche de manera muy rara... no podía entender bien lo que decían. Tomaba su celular y mandaba audios con palabras groseras y vulgares. No me sentía cómodo con él a mi lado.

Finalmente estábamos llegando al paradero donde tenía que bajarme, así que le pedí permiso para poder hacerlo. Cuando llego a la puerta trasera de la micro, miro de reojo que el loco que estaba sentado a mi lado le hace un gesto, apuntándome, al otro tipo, y ambos se paran para bajarse conmigo. Y aquí, señoras y señores, tuve mi corazonada: "Estos dos quieren asaltarme bajándome de la micro", pensé.

Con todo, toqué el timbre y la micro se detuvo. Haciéndole caso a mi tincada, dejé que ellos se bajaran primero, lo cual ellos hicieron. Y yo decidí no bajar y continuar mi recorrido en el bus. Hubieran visto la cara de desconcertados que pusieron cuando, al bajarse y darse vuelta, listos para agarrarme y asaltarme, lo único que vieron fue la puerta de la micro cerrarse en sus narices y la micro partir. "Ahí quedaron, par de jetones", pensé. La micro avanzó al siguiente paradero, a unos 100 metros, y en ese lugar me bajé.

En un mundo tan malo como el que vivimos, hacerle caso a esos presentimientos pudieran marcar la diferencia entre que no te pase nada o te hagan algo, como por ejemplo que te asalten. Después de lo vivido años atrás, donde mi mente me decía que me iban a asaltar y no le hice caso (y finalmente me asaltaron), prefiero hacerme caso y, aunque me demore más en llegar a mi destino, es mejor así para llegar bien. En otra oportunidad les contaré sobre ese asalto donde no me hice caso, y por poco me matan.

¿Y ustedes han tenido alguna vez una corazonada? ¿Algo que les decía que los iban a asaltar? ¿Se hicieron caso o no? Conversemos en los comentarios. ¡Saludos a todos!

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Procedencia de las imágenes:

Imagen 1: https://www.diarioconcepcion.cl/ciudad/2022/03/02/la-eterna-espera-para-mejoras-en-las-micros-penquistas.html

Imagen 2: https://www.diarioconstitucional.cl/2023/03/28/condena-impuesta-a-cabecilla-de-banda-de-atracadores-de-camiones-se-confirma-por-la-corte-suprema/


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438. Episodio 53 del "Podcast Donde Panchito"


¡Por fin! Después de varios meses, se estrena un nuevo episodio del "Podcast Donde Panchito". Eve y yo nos dedicamos a contarles sobre nuevas secciones en el podcast. Además, tenemos intenciones de retomar los vídeos de chistes y reels cortos para nuestro canal de YouTube "Donde Panchito TV".

Por último, en el segundo bloque tendremos una invitada muy especial, quien tiene muchas ganas de hacernos algunas preguntas. ¡Gracias por vernos! Esperamos que les guste.


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437. En búsqueda de la felicidad

La felicidad... ese anhelo universal y etéreo que todos, absolutamente todos persiguen, ha sido objeto de reflexión y debate a lo largo de la historia. Desde filósofos antiguos hasta psicólogos contemporáneos, todos han intentado desentrañar el misterio detrás de esta emoción tan preciada. Pero, ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cómo se alcanza? ¿Es un destino o un camino?

Para muchos, la felicidad se presenta como una constante búsqueda, un objetivo que perseguimos incansablemente. Pero, ¿qué sucede cuando la felicidad se convierte en una meta inalcanzable, como perseguir una ilusión escurridiza? Quizás uno de los problemas radica en la concepción errónea de la felicidad como un estado permanente de euforia o plenitud constante. Esto es un error, puesto que la felicidad no una emoción constante, sino más bien una amalgama de momentos placenteros, satisfacción personal y un sentido de bienestar que experimentamos a lo largo de nuestras vidas.

La cultura moderna a menudo asocia la felicidad con logros materiales y éxito externo, como el dinero, la fama o la posición social. Si bien estos factores pueden contribuir a una cierta forma de bienestar, no garantizan una felicidad genuina y duradera. De hecho, no la garantizan para nada. La felicidad va ligada más fuertemente con relaciones interpersonales satisfactorias, conexiones sociales significativas, una sensación de propósito en la vida, y el satisfacer la necesidad innata del ser humano de algo espiritual, como la relación con Dios y ser amigo de él.

En la era de la tecnología y la conectividad constante, nuestra atención se dispersa en innumerables direcciones, lo que puede dificultar nuestra capacidad para saborear el momento presente. La ansiedad sobre el futuro y los remordimientos sobre el pasado a menudo nos alejan de experimentar la plenitud en el aquí y ahora. La práctica de la atención plena y la gratitud puede ser un antídoto poderoso para esta desconexión. Al cultivar la capacidad de estar completamente presentes y apreciar lo que tenemos, nos permitimos experimentar la felicidad en momentos aparentemente insignificantes.

La felicidad también está intrínsecamente ligada a la autenticidad. A menudo, nos dejamos llevar por las expectativas y presiones sociales, ignorando nuestras verdaderas pasiones y valores en el proceso. Aceptar quiénes somos y abrazar nuestras imperfecciones nos ayuda a liberarnos de las cadenas autoimpuestas y a construir una vida más significativa y plena.

Además, la felicidad no es solo un asunto individual; también tiene una dimensión colectiva. Nuestras conexiones con otras personas, nuestras contribuciones a la sociedad y la sensación de comunidad pueden nutrir y enriquecer nuestra felicidad. La empatía, la amabilidad y el apoyo mutuo crean un entorno propicio para la felicidad tanto en nosotros como en quienes nos rodean. Es imposible ser realmente feliz si quienes están a nuestro alrededor no lo son. La felicidad es contagiosa, al igual que la tristeza o el desánimo.

La búsqueda de la felicidad es un viaje complejo, pero no es esquiva, ni mucho menos. Hay quien diga que no hay una fórmula mágica o un atajo para alcanzarla, pero lo cierto es que existe una receta que, por lo menos para mí, ha dado resultado. Claro que tener relaciones personales con otros y compartir ellos trae cierta clase de felicidad. Es cierto que lo material puede, en cierto modo, hacernos feliz de manera efímera o momentánea. Pero la clave de la verdadera felicidad está en reconocer nuestra necesidad espiritual. Y no solamente eso, sino en satisfacerla: buscar a Dios, hacernos amigos de él y seguir sus consejos. Al fin y al cabo, él nos promete que seremos felices si satisfacemos esta necesidad espiritual que, como dije más arriba, es inherente en los seres humanos (Mateo 5:3). 

Y, otra cosa que nos hará felices es ayudar a los demás. Se ha comprobado que ser generosos con quienes nos rodean nos hace más felices. Eso concuerda perfectamente con lo que Dios espera de nosotros (Hechos 20:35)

Aprendamos a ser conscientes y a apreciar cada momento. Tener la tranquilidad de confiar en Dios para que guíe nuestra vida nos dará la seguridad de que seremos felices… pero felices de verdad.

La felicidad, entonces, podríamos decir que es el camino, pero también el destino de ese camino. Claro, porque podemos ser felices en el camino de la vida disfrutando de las cosas simples, de pasar tiempo con la familia, de tener buenas amistades, o de estrechar lazos con Dios. Pero, a mi juicio, también es el destino: porque Dios quiere que seamos felices para siempre... a ese objetivo apunto yo. Llegará el día en que seré feliz de verdad, sin ninguna clase de problema o dificultad... y llegado ese día, podré decir que mi búsqueda de la felicidad ha concluido, porque la he hallado y será eterna.

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Procedencia de la imagen:

https://pixabay.com/photos/sunset-beach-silhouettes-jump-570881/

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