385. Series de televisión 20: El mundo del profesor Rossa



Y es hora de volver a hablar de las series de televisión. Sí, porque de hace tiempo que no lo hacía, y en esta ocasión quiero viajar a mi niñez, una vez más. Hace una semana, en el Podcast hablamos de la Nostalgia, y de cómo ciertos programas de televisión marcaron nuestra infancia y adolescencia. Y hoy quiero hablarles de uno de ellos. Con ustedes "El Mundo del Profesor Rossa".

Cuando antes daban programas de calidad

Nadie puede negar que la calidad de la televisión abierta ha ido decayendo con el correr de los años. Programas culturales casi ni se ven, y la mayor parte del tiempo transmiten matinales con reportajes de crímenes y delincuencia, noticieros eternos donde hablan la mayor parte del tiempo de desgracias, teleseries que no aportan valores morales y programas faranduleros sin un real aporte a la sociedad. Por ello la gente recurre al TV cable o satelital, por ejemplo, para buscar otro tipo de programación.

La cosa no era así en los años 90. Habían muchos programas de conversación, cultura, entretención y educativos que, realmente, eran geniales. Y en este último apartado entre perfectamente "El Mundo del Profesor Rossa". De hecho, hace algunos años, hablé sobre este programa en un artículo que puedes ver aquí.

¿De qué trataba el programa?

Hablar de este programa es volver a esos días sábados después de almuerzo. Daban el noticiero del medio día en Canal 13 y, luego de ver Garfield, comenzaba este programa, conducido por Iván Arenas, y acompañado por Don Carter, Guru Guru (que era un pájaro, paloma específicamente) y el Tío Valentín (el músico maestro Valentín Trujillo), que duraba, si mal no recuerdo, 1 hora y media.

Con este programa me divertía mucho (Don Carter y Guru Guru hacían puras payasadas y, por lo general, el perjudicado era el Profesor Rossa, quien siempre los citaba a una reunión para pedir explicaciones). Pero, por sobre todo, aprendí mucho sobre la naturaleza y los animales. Ver lo complejo del mundo me hacía pensar en un Diseñador, aunque en el programa casi nunca hablaron de quien creó todas las cosas. En fin: igual aprendí mucho durante los años de mi niñez.

En el 2002 el programa dejó de emitirse, debido a problemas financieros. Aunque muchos aseguran que fue por el famoso "vídeo prohibido" que salió para ese entonces, con grabaciones subidas de tono. Pero eso no opacó los lindos años en que disfruté del programa.

Actualmente puedes ver muchos episodios en Internet, como Youtube. Aunque también lo estuvieron transmitiendo en el canal del cable REC, donde transmiten programas antiguos. A continuación te dejo uno para que lo recuerdes y, si no lo conocías, puedas ver cómo era la televisión de antaño. ¿Y tú recuerdas este episodio? Conversemos en los comentarios.

 

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384. El Diseñador Invisible de Organismos y Sistemas

Escucha este artículo (1:26 min)

Una interesante reflexión en un colegio cualquiera
Foto extraída de naturlider.com


En una clase de naturaleza en un colegio, el profesor explicaba acerca de lo maravilloso que es nuestro planeta. Explicó los sencillos pero increíbles procesos del ciclo del agua, la fotosíntesis y la capa de ozono como barrera para cuidar este hermoso lugar. Al final de la clase, cuando ya había explicado todo, un alumno le preguntó al profesor:

- Profesor, es increíble que todo esto que usted menciona exista en nuestro planeta. Y de la forma en que están hechas... de verdad, me saco el sombrero ante aquello. Es maravilloso que todo aquello haya surgido de la nada, ¿no cree usted?

El profesor quedó mirando al alumno y le respondió:

- Pues en realidad cuesta mucho creer que todo esto salga de la nada, pensando en cómo están hechas las cosas.
- Entonces - inquirió el alumno - ¿De dónde surgió todo eso?
- Simple: el Diseñador Invisible de Organismos y Sistemas creó todo eso.
- ¿El Diseñador Invisible de Organismos y Sistemas profesor? ¿Y quién es él?
- Quizás por ese nombre la gente no lo conoce, pero todo el mundo lo oye por sus siglas: DIOS.

El alumno quedó pensando en aquellas palabras. Se escuchó la campana. La clase había terminado.

"Porque toda casa es hecha por alguno,
pero el que hizo todas las cosas es Dios" (Hebreos 3:4)

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383. Operación Panchito, parte 3



Hace algunas semanas les relaté sobre mi accidente de tránsito que tuve por culpa de una irresponsabilidad de otro conductor al cruzarse cuando no debía hacerlo. En este artículo les contaré todo el proceso que he vivido desde entonces, que no ha sido fácil, puesto que este accidente me ha mermado considerablemente mi vida en lo que respecta a mis quehaceres. Pero, puede que alguien, en especial si me lees de hace poco, se pregunte: "¿Por qué es la tercera parte de Operación Panchito? ¿Acaso ya has hablado de este tema antes?".

¿Cómo me fue en la operación del dedo de hace unas semanas?
Bueno... sí y no. ¿Cómo así? Es que, efectivamente he hablado de operaciones anteriormente, pero no de lo que me sucedió ahora en el accidente. Años atrás les relaté en dos partes una operación por un quiste, relato que puedes leer aquí. Ya, pero vayamos a la historia en sí. ¿Cómo han sido para mí estos días después del accidente?

Los minutos después del accidente

Cuando ocurrió el accidente de tránsito, a las 16:30 horas de un lunes, esperé que llegara la ambulancia. Pude salir por mis propios medios del vehículo y constatar que los que iban en el otro vehículo estaban bien. Entre toda la adrenalina propia del momento que viví, no me percaté que tenía el pulgar de mi mano derecha fracturado. Luego de unos minutos, cuando me calmé, me di cuenta y comenzó a dolerme. Mi jefe llegó al lugar para ver si estaba bien. La ambulancia y la policía demoraron unos 15 minutos en llegar.

Me subieron a la ambulancia y la paramédico me hizo algunas preguntas básicas para ver si estaba consciente o si había bebido; preguntas como qué día era hoy, dónde estaba, qué pasó, cómo me llamaba y cosas así. Nos llevaron, a mí y a la chica del otro vehículo que tenía un pequeño dolor en el cuello, al hospital. 

Entre el hospital y la clínica

Ya en el hospital, pasadas las 17 horas, me practicaron la alcoholemia (que obviamente arrojó 0) y una radiografía en la mano. Luego de ello esperé 2 horas y media para que, finalmente, un policía agilizara el trámite y pudiera irme a la mutual de seguridad*. En eso estábamos cuando dos paramédicos de la mutual llegaron a buscarme en ambulancia y me llevaron a la Clínica Andes Salud de Concepción para la atención que necesitaba.

Clínica Andes Salud, cuando se llamaba Clínica Universitaria de Concepción


Llegamos a las 21:30 horas de ese día lunes a la clínica. Mi jefe llegó allá y no se movió de allí hasta que me dieron el alta. Ya tenía hambre a esa hora, puesto que mi última comida había sido el almuerzo a las 13:00 horas. La urgencia estaba llena. Había mucha gente que estaba esperando atención por otras cosas: una señora en trabajo de parto, un caballero con taquicardia y dos heridos graves producto de otro accidente. Como en las urgencias atienden no por orden de llegada, sino por gravedad en cada caso, me tocó esperar y esperar y esperar...

Toda la noche en Urgencia

En el box 7

Eran ya la 1 de la madrugada del día martes cuando, desesperado al ver mi dedo enchuecado y con mucho dolor, insistí en que me atendieran. "Tuve un accidente de tránsito, me duele el dedo, no sé si tengo alguna herida interna. Necesito que me atiendan", le dije a la chica que estaba en el mesón de atención, a lo cual sólo me dijo que fuera adentro a hablar con la encargada del turno. Luego de hacerlo, a la 1:45 de la madrugada me hicieron ingresar al box 7, junto con otro caballero, que entró al box 6 por una fractura de muñeca.

Me tomaron la presión y la temperatura. Me pusieron suero y analgésicos para el dolor. Recién a las 4 de la mañana me llevaron, en silla de ruedas, a realizarme un escáner en la mano afectada. De ahí, tuve que esperar casi dos horas para que me tuvieran los resultados. Mi estómago crujía exigiendo comida. Ya habían pasado más de 12 horas desde el accidente y aún no tenía una respuesta clara de los daños que tuve por causa de ello. En eso, cerca de las 6 de la mañana, llegó el médico y, por fin, me dijo qué tenía: una fractura XD

¡Oh! Fíjate que no me había dado cuenta... 


Bueno, pero me contó más. Era una fractura un tanto compleja, puesto que fue cerca de la unión entre las falanges proximal y distal del pulgar, por lo que requería sí o sí una operación (véase foto adjunta de los huesos de la mano que, aunque mi fractura fue en la mano derecha, pal caso da lo mismo XD). Me inmovilizaron la mano y, a las 7 de la mañana del martes me dieron el alta con medicamentos, citándome a la mutual después de las 8 de la mañana de ese mismo día. "Ya, pero igual quiero comer algo y dormir", les dije. "Sí, claro, no tiene horario fijo de atención, pero vaya durante la mañana para que le examine el dedo un traumatólogo", me respondieron.

¿Qué sucederá?

Mi jefe estaba afuera esperándome, luego de haber dormido en el auto durante la noche, con comida y leche para acallar mi pobre estómago. Me fue a dejar a casa, tomé desayuno y dormí un rato... digamos, una media hora.

Pero esto no termina aquí. En la siguiente parte, les contaré la visita al traumatólogo, los días previos a la operación, y mi hospitalización. ¡Nos vemos en el siguiente artículo!

____

*: El accidente que sufrí fue mientras trabajaba, por lo que todo el tratamiento que he recibido va por cuenta de la Mutual de Seguridad, que es una especie de clínica especializada en accidentes del trabajo. Todo trabajador tiene un seguro que lo cubre en estas circunstancias, por lo que no he pagado ni un céntimo por todo el tratamiento recibido.

 

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382. Viajando con Panchito 16: El Tobogán, Cochamó

Más de un año después, por fin un nuevo artículo de viajes. Espero que les guste...


Después de más de un año sin actualizar esta sección, hoy hay una nueva entrega de "Viajando con Panchito". En este nuevo artículo les comentaré sobre un lugar que conocí este año, en mis últimas vacaciones. Es un lugar hermoso, casi virgen, donde uno puede entrar en contacto estrecho con la naturaleza y la creación. Y, si bien es cierto estuve a punto de tirar la esponja (ya sabrán por qué), no me arrepiento de todo lo que tuve que sufrir para llegar a destino. Nos vamos al sur de Chile, a Cochamó.

Vacacionando en Pandemia

A principios de año la Pandemia estaba en su apogeo, entre la primera y segunda ola de contagios. En la actualidad los casos han bajado notoriamente y hay más libertades, pero en marzo no era tan así. El gobierno permitió que pudiéramos salir de vacaciones (tomando todas las medidas de resguardo correspondientes) sacando un permiso especial. Me fui de Concepción rumbo al sur un día antes de que comenzara una cuarentena que se extendió por un par de meses. Si no hubiera salido ese día viernes, las vacaciones se habrían ido a las reverendas.

En este portal se podía obtener el permiso de vacaciones


Pues bien, llegué a Petrohué, un villorrio que queda cerca de Ensenada, comuna de Puerto Varas, Región de Los Lagos (ya hablé de Petrohué en un anterior artículo de "Viajando con Panchito". Puedes leerlo aquí). Alojé con un amigo donde una familia amiga, así que el ambiente era familiar. El lunes decidimos junto con unos amigos a ir al lugar que quiero mostrarles hoy: El Tobogán. Veamos de qué se trata, y qué tan lindo es.

Una laaaarga caminata 

Si vienes del norte, puedes desviarte en Osorno hacia la cordillera, por la rivera norte del lago Llanquihue, y en Ensenada seguir al sur hacia Cochamó. De Concepción a Cochamó son unos 681 km.

Cochamó (foto tomada de Wikipedia)


Para llegar a Cochamó, puedes guiarte por el mapa que adjunto en este artículo. Cochamó es un pequeño pueblo de unos 4 mil habitantes ubicado al sureste de Puerto Montt (capital regional). No puedo decir mucho de Cochamó porque sólo pasamos de largo, puesto que el camino hasta El Tobogán es largo. Pero, pasando el pueblo, a unos 5 km hay una bifurcación a la izquierda, yendo hacia la cordillera. De ahí, son unos 5 km más de ripio hasta un estacionamiento, donde hay que dejar el vehículo y continuar la travesía a pie. Luego les daré un dato en Cochamó que es imperdible si andas por esos lados.

Como dato curioso, Cochamó viene del mapudungún, que significa "donde se unen las aguas". Esto, debido a la unión del estuario del Reloncaví con el Océano Pacífico.

Pues, tal como les dije recién, para llegar a El Tobogán hay que hacer una caminata... digamos que no es tan extrema, pero en mi caso particular fue mi primera caminata de esta índole, y junto con mis amigos demoramos casi 5 horas en llegar. Un camino cansador, y a ratos sentía que no podía seguir y me arrepentía de haber ido. Pero, luego de ese trayecto, que son unos 13 km., pudimos llegar. Ah, pero antes, tuvimos que cruzar un estero.

El camino de ripio llega hasta donde dice "Quila". De allí hay que caminar hasta El Tobogán (en la esquina superior derecha de la imagen)


El lugar es sencillamente hermoso. Es que no tengo palabras para describirlo. El tobogán es una formación rocosa por donde cae una cascada. Uno se puede deslizar por allí como si efectivamente fuera un tobogán. No hay playa. El borde del río es de muchas, pero muchas piedras... y mucho verde también. Había algo de gente (era principios de marzo y ya muchos no estaban vacacionando) pero, aun así, uno puede disfrutar de la naturaleza. La caminata se realiza bordeando el río Cochamó, y aparte de cruzar el estero antes de llegar a destino, pasamos por acantilados, zonas rocosas, barro, puentes colgantes y hasta tuvimos que usar un tronco caído para cruzar por un pequeño barranco. Emocionante, pero muy cansador (por lo menos para mí, que no tengo el físico para esas cosas XD).







Vista panorámica del sector. Precioso.

Totalmente recomendado. Y, luego de regresar los 14 km recorridos, volvimos a Cochamó y pasamos a un local donde ofrecen pastelería y cafecitos, además de cositas para comprar de recuerdo. Su nombre es "Matería Cochamó", y es atendido por sus propias dueñas. Es sencillamente bakán. Atención familiar y el ambiente es muy grato (a la izquierda verás algo de lo que comí. Muy rico por cierto). Aprovechamos de descansar los pies, en especial una de nuestras amigas que se torció cuando veníamos de vuelta. Si quieres conocerlos, te dejo su cuenta de Instagram aquí.

En Cochamó puedes encontrar servicios básicos: supermercado, almacenes, hospital, correo y más. No recuerdo si había una bencinera, pero siempre es mejor ir sobre seguro y llenar el estanque en Ensenada, donde sí recuerdo que hay una porque ahí llené el estanque luego del viaje de Concepción a Petrohué. Y sí: volvería de nuevo. El sur de Chile es precioso. Espero tener la oportunidad el otro año de ir nuevamente y conocer nuevos lugares, y así contárselos a ustedes en "Viajando con Panchito". Hasta el siguiente artículo.


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381. Flojera

Escucha este artículo (4:12)
Hoy hablaré de otra pandemia mundial que no distingue a nadie... la flojera



De hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir este artículo. Pero necesitaba un impulso para hacerlo. Y hoy lo conseguí: estoy acostadito en mi cama mientras redacto este nuevo artículo para ustedes, guardando reposo luego de mi operación al dedo, que fue un éxito (pronto les relataré mi experiencia mientras estuve hospitalizado). Y bien: aquí estoy, listo para hablar de una plaga que, pareciera ser, se extiende cada vez más, en especial entre los jóvenes (no todos... no hay que generalizar). Hablo de la flojera.

Es bueno flojear de vez en cuando: de eso no hay duda. Después de una ardua jornada laboral o de clases, es merecido descansar y flojear. En mi caso, ahora que debo guardar reposo por mi accidente, también flojeo. Pero hay algunas clases de flojera que no necesariamente son positivas y, por lo menos a mí, me preocupan.

Tener clases por internet no significa que hay que ser menos
responsables con los deberes (foto tomada de https://agenciapi.co)


Como ya deben saber, mi padre hace clases: es profesor. Con esto de la pandemia las clases ha tenido que realizarlas de manera virtual por internet. Al margen de que con esto los alumnos simplemente deben encender un computador y conectarse para tener clases, sin tener la necesidad de levantarse temprano, ir a un paradero, tomar un bus y llegar a la Universidad y ahí recién tener clases, me sorprende lo flojos que pueden llegar a ser algunas veces. Y eso que hoy no hablaré de los faltos de respeto que algunas veces estos alumnos tienen contra sus profesores (mi papá en este caso), o que vea con tristeza cómo mi padre se esfuerza, a sus casi 70 años, en aprender a usar la plataforma virtual para impartir clases, y sus alumnos ni siquiera sean capaces de encender la cámara, o de dar las gracias luego de terminar una clase.

Insisto: no estoy generalizando. Sé que no todos los alumnos son así. Hay varios que sí agradecen lo que los profesores hacen. Y, si bien es cierto esta pandemia ha afectado a todos, no debe usarse como excusa para ser... como los del ejemplo que citaré, y que da el título a este artículo.

Hace un tiempo, mi padre mandó un instructivo a sus alumnos (instructivo entregado por la casa de estudios donde hace clases) para que pudieran descargar un programa especial en sus computadoras y así poder continuar con las clases, ya que ese programa es indispensable para que los chicos siguieran con su proceso de aprendizaje. Pasaron varias semanas hasta que, cuando llegó la clase donde comenzarían a utilizar el programa, una gran cantidad de alumnos recién en ese momento, indicaron que no lo habían descargado.

¿Excusas? Muchas: algunas válidas, como que no se conectaban desde un PC sino desde un celular. Es comprensible, y la casa de estudios les dio soluciones para aquellos alumnos. Pero algunas excusas... simplemente son intolerables. "Se me olvidó", o "No sé cómo descargarlo", fueron algunas. Jóvenes sobre 18 años que no saben descargar un programa de internet... ¿De verdad? La Universidad les da un instructivo paso a paso para descargarlo, y aun así NO PUEDEN. Pero si fuera un juego o una serie, ahí lo descargan hasta con los ojos cerrados. Si no pueden descargarlo con el instructivo, ¿no pueden preguntar? ¿Tienen que pasar semanas para que, recién, avisen que no pudieron? FLOJERA.

¿Y qué tal eso de que se les olvidó? Pero si están en clases, ¿Cómo se les va a olvidar? Esas cosas no deben olvidarse. Mi conclusión sobre este asunto es que son flojos. No le hallo otra explicación. Y lo curioso es que, al hacerles ver su error, se enojan, se frustran, se sienten menoscabados y pasados a llevar. No les pueden llevar la contraria. 

Con esta clase de alumnos que, vuelto a insistir, no son todos (y disculpen que sea tan majadero en este punto, pero últimamente la gente anda muy sensible a todo y te pueden hacer un escándalo de proporciones), yo me pregunto: ¿Hasta dónde llegaremos? Frente a esta pregunta, yo, por lo menos, aun no tengo respuesta... y así como vamos, no se ve una respuesta en el corto tiempo.

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